La defensa del territorio ante megaproyectos de «muerte», paradójicamente energéticos, como minería a cielo abierto,
fracturación hidráulica, grandes centrales hidroeléctricas, líneas de alta tensión, subestaciones eléctricas, entre otros, motivó un proceso de reflexión colectiva sobre la autonomía/soberanía energética en la sierra nororiental de Puebla.
Así se constituyó una muestra de alternativas de producción, distribución y consumo energético, distintas al modelo dominante, que mantiene a la electricidad y los hidrocarburos como los íconos del desarrollo y que, además, concibe a las energías locales, como la leña por ejemplo, como contaminantes y poco eficientes, caracterizándolas como las «energías de los pobres», lo cual, desde una visión rural y campesina, se considera inadecuado, por decir poco. De esta forma, este proyecto demuestra que es posible concebir y gestionar a la energía desde lo local y a través de procesos de organización social, respetando el patrimonio bioctultural de los territorios de pueblos originarios y comunidades equiparables, que mantienen una estrecha relación de respeto y reciprocidad con la madre tierra, a través de sus formas de obtención y aprovechamiento de la energía.