En México, la transición energética se ha enfocado en reformar el sector e incrementar el uso de energías renovables, pero presenta dificultades al priorizar aspectos técnicos y no integrar dimensiones sociales y ambientales. Esto limita su contribución para mejorar la calidad de vida de comunidades y reducir la pobreza. Se requiere abordar la transición energética como un problema social complejo, en el que destaca la necesidad de agua y soberanía alimentaria mediante la producción agrícola para consumo y venta. Por ello, se busca empoderar a las comunidades en su lucha contra el despojo de tierras, a la par de mitigar el cambio climático, promover el uso de recursos locales y fortalecer las estructuras sociales. El proyecto, caracterizado por tener un enfoque interdisciplinario y participativo, con programas educativos en temas socioambientales y energéticos, se centra en la economía femenina, la medicina tradicional y nuevas formas de trabajo comunitario; además, genera conocimiento científico, formar capital humano, desarrolla metodologías participativas y consolida enfoques teórico-prácticos para la transición energética rural y la construcción de políticas públicas. En conjunto, se concibe como una herramienta para fortalecer la comunidad, reducir desigualdades, lograr equilibrio ambiental y estimular la producción con energías limpias, estableciendo un modelo energético efectivo que pueda replicarse para impulsar el desarrollo sostenible.