La política económica mundial implementada durante los últimos 30 años presenta síntomas problemáticos, entre los que se encuentran:

  • El incremento de la desigualdad en la distribución de la riqueza socialmente generada y el debilitamiento significativo de las formas tradicionales de producción agrícola de pequeños y medianos productores que impacta negativamente el ingreso real en la población urbana.
  • El desvanecimiento gradual de la vida rural digna, la precarización de condiciones laborales, la sustitución de la suficiencia de alimentos básicos, preferencia por la importación y dependencia de mercados distorsionantes y volátiles.
  • La predominancia de una agroindustria alimentaria con escasa regulación sobre la inocuidad de sus insumos-productos, el surgimiento de oligopolios que controlan los circuitos de producción-distribución-consumo, la alteración de la disponibilidad de alimentos, la protección del consumo de productos ultraprocesados no saludables y culturalmente inapropiados.

En suma, la cultura y el régimen alimentario nacional se transformó en dietas socialmente segmentadas. En distinta cantidad y proporción, combinan elementos de una de las dietas tradicionales más variadas del mundo con elementos alimentarios degradados no saludables. Son alimentos elaborados bajo un esquema de producción cada vez más extractivista y en detrimento de la salud ecosistémica y la salud humana. Pese a la existencia de articulación entre actores que buscan transformar las condiciones dominantes y encaminarse hacia una soberanía alimentaria acorde con nuestra historia y la diversidad biocultural, aún son incipientes. Por ello es necesario fortalecer la relación organizada, equilibrada y de beneficio mutuo entre actores productivos familiares, comunitarios o locales; los mercados; el transporte; la manufactura y los consumidores que den valor agroecológico y biocultural. En este sentido, el Pronace Soberanía Alimentaria se enfoca en consolidar un modelo de investigación colaborativa, dialógica y de incidencia con la concurrencia de las y los actores involucrados y que puedan sumarse a procesos de carácter regional, territorializados y con bases culturales para revertir tal tendencia negativa, y dirigirnos hacia la construcción de la soberanía alimentaria a través de criterios, insumos, e instrumentos orientadores para las personas y sus organizaciones sociales para el impulso y diseño de políticas públicas orientadas al sector alimentario.