Diplomacia Científica México – Alemania

La titular del Conacyt participó en la inauguración del Simposio “Diplomacia Científica México-Alemania”, organizado por la Secretaria de Relaciones Exteriores.

Autor
Dra. María Elena Álvarez-Buylla Roces

Cargo
Directora General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología

Fecha
13 de octubre de 2021

Buenos días a todas y todos. Es para mí un gran gusto haber sido invitada a compartir con ustedes la inauguración de este Simposio sobre Diplomacia Científica, México – Alemania, entorno de diálogo y testimonio de la gran amistad entre ambas naciones. Saludo con gusto al:
● Excelentísimo Sr. Peter Tempel, Embajador de la República Federal de Alemania en México.
Mensaje con motivo del Simposio Diplomacia Científica, México – Alemania
● Dr. Joybrato Mukherjee (YOIBRATO MUKJERYI) presidente del Servicio Alemán de Intercambio Académico. (DAAD)
● Sra. Katharina Fleckenstein, Directora Regional del Servicio Alemán de Intercambio Académico para México, Centroamérica y el Caribe.
● Dra. Laura Elena Carrillo Cubillas, Directora Ejecutiva de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo.


Amigas y amigos, la pandemia de COVID-19 reveló con crudeza la fragilidad de la vida humana en el planeta y puso de manifiesto la imperiosa necesidad de unir esfuerzos, de reinventar caminos y de encontrar nuevos mecanismos de intercambio entre los países, lo que ahora se denomina diplomacia científica, para el entendimiento y búsqueda de soluciones ante un reto para el que ningún país estaba del todo preparado.


México no es la excepción. En diciembre de 2018, con la llegada del gobierno de la Cuarta Transformación, nos encontramos que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la cabeza del sector de ciencia y tecnología del país, llevaba décadas aplicando políticas neoliberales, de índole mercantilista e inyectando cifras millonarias para el financiamiento de una mal llamada y mal entendida “innovación” en las pequeñas y medianas empresas privadas; a costa de dejar de invertir en investigación científica y desarrollo tecnológico en la amplia, prestigiada y robusta red de universidades, centros e instituciones públicas con que cuenta el país. El resultado fue funesto.

Las empresas beneficiadas no dieron los frutos esperados e, incluso, descendimos 16 niveles en el Índice Mundial de Innovación, según datos de la OMPI. Asimismo, se descuidó el desarrollo científico y tecnológico en áreas prioritarias, como es la salud; se abandonaron los hospitales públicos, se apostó en la importación de tecnología biomédica y se canceló la fabricación nacional de fármacos. Uno de los casos más elocuentes es el de la empresa pública Birmex que, hasta 1990, nos permitió ser autosuficientes en vacunas.

Una de las primeras decisiones que tomamos fue detener el flujo irracional de recursos públicos hacia la mal llamada innovación desarrollada en las empresas, y redirigimos los esfuerzos hacia el fortalecimiento de la investigación científica más consolidada en el país y con visos claros de ser capaz de aportar nuevo conocimiento en los distintos campos académicos, esto es, para la denominada ciencia de frontera.

Sin duda, los resultados de esta inversión se verán a largo plazo, beneficiando tal vez a las nuevas generaciones, no sólo de México sino también de la humanidad.
Asimismo, desde el primer momento, en el Conacyt pusimos en marcha los Programas Nacionales Estratégicos, esto es, 10 Pronaces, 10 programas prioritarios. Uno de ellos, dedicado a temas de Salud, que nos sirvió de marco para lanzar proyectos de investigación e incidencia que atendieran retos específicos, entre ellos, por ejemplo, el desarrollo de inmunoterapias y vacunas.
También, desde el primer momento, en el Conacyt instrumentamos un modelo de desarrollo tecnológico e innovación de cinco componentes, llamado pentahélice. La pentahélice parte de la tradicional triple hélice, que articula proyectos de colaboración entre el sector público, el sector privado y el sector científico, al que se le añaden dos componentes que orientan los esfuerzos conjuntos, repito, entre lo público, lo privado y lo científico, hacia el cumplimiento de dos principios irrenunciables: el cuidado ambiental y el bienestar social.


Los resultados obtenidos a través de las sinergias Pentahélice permitieron, por ejemplo, que México pudiera diseñar, desarrollar y escalar industrialmente, en tan solo 5 meses, dos modelos de ventiladores biomédicos para atender a las y los pacientes graves de Covid-19.

México y Alemania tienen una larga tradición de entendimiento y colaboración fraterna en programas de intercambio científico y movilidad académica, como son los convenios que unen al Conacyt con la Fundación Alemana de Investigación Científica, con la Sociedad Max Planck para la Promoción de la Ciencia y, por supuesto, con el prestigiado Servicio Alemán de Intercambio Académico, DAAD, por sus siglas en alemán, que ha permitido el lanzamiento anual de convocatorias conjuntas para becas de posgrado, muy exitosas, para estudiantes mexicanos en Alemania, en áreas como biología, química, física, matemáticas, ciencias de la tierra, ingenierías, medicina y ciencias de la salud.


Sin duda, la colaboración académica y científica México-Alemana ha sido muy positiva. Sin embargo, estamos convencidas y convencidos de que, a través de mecanismos y sinergias más complejos que incluyan diversos andamiajes de diplomacia científica, podemos ir más allá y lograr resultados aún más fructíferos. Es decir, explorar nuevas formas de articulación binacional y multinacional, partiendo del esquema Pentahélice, para atender problemas puntuales, pero con alcance global y de alta prioridad para todos los involucrados, como lo es el cambio climático, la suficiencia alimentaria, la transición energética y, por supuesto, los desafíos mundiales como las emergencias sanitarias.


¿Por qué proponemos extrapolar este modelo pentahélice público, privado y científico que añade lo social y lo ambiental para aplicarlo en el ámbito internacional? Por dos razones. Primero, porque una de las lecciones históricas que nos ha dejado la pandemia de Covid-19 es que aprendimos que los problemas de uno son los problemas de todos. Y segundo, porque las crisis sanitarias y ambientales a las que nos enfrentamos nos llevan a preguntarnos ¿de qué sirve desarrollar ciencia, tecnología e innovación sin prever las consecuencias que pueden tener en lo social, en la salud humana, en la cultura, en la diversidad y en el ambiente? Sin duda, el tomar en cuenta estas consideraciones y asumirlas como responsabilidades éticas y deberes compartidos entre las naciones, deben ser el fundamento del humanismo del siglo XXI.
Agradezco a todas y todos su valioso tiempo y atención. Muchas gracias.