Autor
Dra. Rosaura Ruiz Gutiérrez
Cargo
Directora General del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías
Fecha
11 de diciembre de 2024
Buenas tardes a todas y todos. Es un honor y un motivo de gran satisfacción para mí celebrar en compañía de todas y todos ustedes el 50 aniversario del Instituto Matías Romero, cuyo compromiso con la formación académica de los cuadros diplomáticos de la nación ha jugado un papel fundamental en el desarrollo y fortalecimiento de las relaciones internacionales. A los familiares de ilustres mexicanos como lo fueron Matías Romero, Gilberto Bosques y Gonzalo Martínez Corbalá, así como a las personas reconocidas este día, muchas felicidades.
Es importante dar a conocer que desde su creación el Instituto Matías Romero se presente no sólo como un instrumento de capacitación técnico-administrativa para el servicio diplomático mexicano, sino, de manera especial, como un espacio de alta formación diplomática. Es decir, un lugar donde la investigación, por necesidad interdisciplinaria y el diálogo plural en torno a las relaciones internacionales constituyen una precondición, tanto para la formulación de las grandes líneas éticas y políticas que las guían, como para su ejercicio concreto en el espacio internacional. Aprovecho para celebrar la creación del Centro de Investigación Internacional de este instituto y, desde ahora, por supuesto cuenten con nuestra estrecha colaboración. La misión de este instituto traza también una línea de continuidad histórica con el legado político e intelectual que se ha desarrollado en México desde que, con la proclamación de la Independencia, vio nacer en un contexto de expansionismo y asimetría sus relaciones internacionales.
Esta herencia se encarna con justicia en la figura de Matías Romero, quien sobresalió, entre otras muchas razones, por su capacidad de negociación y defensa de los intereses nacionales en algunos de los momentos más convulsivos de la historia nacional. En particular, luchó por el reconocimiento del gobierno liberal de Benito Juárez ante los Estados Unidos de Norteamérica, que entonces atravesaba una devastadora guerra civil, siempre teniendo como principio ético rector el combate contra el imperialismo.
A pesar de su papel diplomático, durante su compleja y muy larga gestión, cuyas repercusiones sobre la relación bilateral son amplias, la habilidad política de Matías Romero se fundó sobre un profundo conocimiento de las instituciones, la política y la historia de los Estados Unidos de América.
El conocimiento, a partir de su ejemplo ilustre, no es solamente un factor indisociable del éxito de la gestión de las relaciones internacionales, sino el fundamento de una práctica diplomática concebida como un proceso de traducción y construcción de puentes de comprensión cultural antes que como una mera negociación o imposición de intereses inmediatos.
Es importante recalcar que el Instituto Matías Romero es un espacio de reflexión insustituible sobre problemas de coyuntura internacional, organizando foros, seminarios y estudios especializados para congregar a servidores públicos, académicos, académicas y personas expertas en temas vinculados al campo de estudios internacionales, así como en la capacitación y formación de personal diplomático. El Instituto abre también un diálogo plural en torno a las relaciones internacionales y constituye un insumo indispensable, tanto para la formulación de las grandes líneas éticas y políticas que guían la política exterior mexicana y su relación con la Secretaría de Ciencia Humanidades Tecnología e Innovación que represento.
Es necesario plantear que el conocimiento científico trasciende fronteras y requiere largos procesos de intercambio y discusión sobre sus planteamientos y resultados. Es una actividad de carácter global, cuyo lenguaje tiene un alcance universal. La comunicación y el contacto entre pueblos, civilizaciones y naciones es consustancial al desarrollo del conocimiento, que nunca es insular. La ciencia, en su estado actual, sería impensable fuera de los flujos incesantes de conocimiento humanístico, científico y tecnológico que, de Oriente a Occidente y de Occidente a Oriente, han tenido lugar desde la antigüedad. El avance científico, sin embargo, aunque a menudo responde a necesidades sociales y procesos históricos, no tiene el mismo ritmo que las dinámicas políticas y geopolíticas.
De tal suerte que la diplomacia constituye, en nuestros días, un factor que puede favorecer al conocimiento científico y la innovación tecnológica desde el nivel global al local. Lo anterior pone de manifiesto la imbricación profunda que existe entre las políticas científicas de cualquier nación con sus relaciones internacionales, como resulta evidente, no solamente expresan la necesidad constante de formación de cuadros altamente especializados, sino en el fomento mismo del diálogo y fortalecimiento de la ciencia como motores de campo social y desarrollo político de las naciones.
Nos encontramos, desde hace muchas décadas, ante un escenario donde la ciencia, el desarrollo tecnológico y sus innovadoras aplicaciones se han convertido en elementos centrales de la discusión y la atención eficaz de la mayor parte de los grandes desafíos globales como el cambio climático y las emergencias sanitarias, hasta los conflictos bélicos y el preocupante avance del neofascismo
Insisto en que la ciencia es un lenguaje universal y que, por lo tanto, es patrimonio de la humanidad. Los intercambios naturales entre las diferentes comunidades científicas pueden y se fortalecen a partir de la coordinación con los servicios diplomáticos de cada país, sin embargo, sería ingenuo pensar que la política científica y tecnológica no está estrechamente vinculada con los principios ideológicos y políticos que rigen a los gobiernos de diferentes momentos de su historia, por lo tanto hablar de política científica nos indica que la ciencia no es neutra, sino que está situada históricamente. Fuente de avances sorprendentes y descubrimientos asombrosos, el conocimiento científico tiene un carácter paradójico.
La historia de la humanidad nos ofrece múltiples ejemplos que demuestran que la ciencia debe establecer sus propios alcances desde una perspectiva ética. Los terribles experimentos científicos en humanos del régimen nazi, por poner un ejemplo, son evidencia de las atrocidades que se pueden cometer en aras del avance del conocimiento. Por ello, la ciencia debe estar sujeta al respeto irreductible de la dignidad humana, la pluralidad, las culturas, las identidades sociales y el cuidado del planeta. Debe concebirse de manera simultánea en la dirección que va de la diplomacia hacia la ciencia, que encuentra en él un poderoso elemento para la determinación y articulación de áreas comunes de interés que facilitan la comunicación e incluso la resolución pacífica de conflictos.
De la misma manera, la ciencia en su camino hacia la diplomacia encuentra el espacio político central que facilita la construcción de los vínculos de cooperación y solidaridad internacional indispensables para el desarrollo científico y tecnológico de los países. En ambos casos, el de una ciencia para la diplomacia y el de una diplomacia para la ciencia, no sólo supone el enorme impacto social del conocimiento científico, sino también la dimensión política del quehacer académico, que no puede ser neutral y está llamado en a cuestionar y oponerse a toda utilización de la ciencia y la tecnología con fines contrarios a los más altos valores éticos de la humanidad.
Con la capacidad de su personal diplomático y con el apoyo del conocimiento producido por todo nuestro sistema de investigación en humanidades, ciencias, tecnologías e innovación, México seguirá siendo un referente internacional en el respeto a la soberanía de las naciones, el estricto cuidado de los derechos humanos y la orientación humanista, frente a fenómenos como la migración humana y los desafíos del cambio climático.
Por último, quiero enfatizar la importancia que tiene para la Presidenta Claudia Sheinbaum la relación entre la ciencia, las humanidades y la tecnología, como parte medular de las relaciones internacionales. Esto se traduce en elevar a categoría de Secretaría de Estado lo que antes era un Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, que ahora tendrá, entre otras tareas sustantivas, la misión de fortalecer sus vínculos internacionales en materia de educación, ciencia, tecnología y humanidades.
Finalmente, reitero que el Instituto Matías Romero ha sido siempre capaz de estar a la altura de estos grandes desafíos históricos, formando a generaciones de diplomáticos a través del diálogo plural y la colaboración interinstitucional de saber humanístico. Esta ocasión es, por lo tanto, propicia para invitar a este prestigioso instituto que participe de manera activa en el espacio común de educación, ciencia, humanidades y tecnología, un organismo de colaboración nacional e internacional que será parte del trabajo de la nueva Secretaría.
Su participación nos ayudará a ampliar esta red de colaboración a otras latitudes y nos vinculará por medio de la diplomacia científica con los diversos países con los que tenemos relación, con ello se refrendará el espíritu y compromiso de cooperación y fortalecimiento.
Muchas gracias.