TLÁLOC Y CHALCHIUHTLICUE: DIOSES DEL AGUA

ISSA ALBERTO CORONA MIRANDA
Doctorando en el Programa de Posgrado en Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El agua simbolizaba para los antiguos mexicanos el fundamento de la vida. No sólo fue un elemento esencial para el desarrollo de las sociedades precolombinas sino que, al ser considerado la base de la supervivencia humana, ocupó un lugar central en sus ceremonias y ritos. Este líquido vital era considerado curativo. Por ello, los baños de vapor con piedras calientes y plantas medicinales, llamados temazcalli, «casa de vapor», eran espacios destinados a la purificación del cuerpo de cada individuo. Se creía que, gracias a la acción del agua en este contexto ritual, era posible renacer.

En el siglo XVI, Fray Bernardino de Sahagún y Fray Diego Durán reunieron información sobre la cosmovisión náhuatl gracias a la voz de sus informantes indígenas. En los textos que escribieron, titulados Historia general de las cosas de la Nueva España (1569)e Historia de las Indias de la Nueva España e islas de tierra firme (1581), respectivamente, trataron de explicar el significado del agua y de los dioses y diosas acuáticos en relación con las fiestas rituales del calendario. 

Chalchiuhtlicue, «la de la falda de jade», era la diosa del agua, de los lagos, los ríos, los mares y los manantiales. Era también la esposa del dios Tláloc, hermana de los tlaloques y, usualmente, se le representaba como una mujer. Además, se relacionaba con otras diosas del panteón mexica, como Chicomecóatl, por su capacidad de fecundar la tierra en los ritos agrícolas. Gracias al libro de Sahagún, sabemos que en esta deidad se depositaba el poder de generar tempestades y torbellinos en los cuerpos de agua para hundir navíos y ahogar hombres a su voluntad. Sabemos también que Chalchiuhtlicue tenía un lugar privilegiado entre las deidades mexicas al ser patrona de los bautismos y protectora de los navegantes. 

Tláloc, «dios de la lluvia», era la deidad de los cerros, del agua y de la fertilidad. Según la cultura náhuatl, regía fenómenos meteorológicos como los relámpagos, los truenos, el granizo o las tormentas y, frecuentemente, se le asociaba a las cuevas. Sahagún señaló que este dios, Tláloc Tlamacazqui, era considerado habitante del paraíso terrenal y el responsable de dar a los hombres los mantenimientos necesarios para la vida. 

De la lluvia dependía la germinación de las semillas y, con ello, la abundancia de alimento para la supervivencia de los humanos. Así, Tlálocera una figura ambivalente. Realizar los rituales pertinentes para mantener su favor era fundamental para evitar la sequía o las inundaciones en las tierras de cultivo y en las ciudades.

Como podemos ver, el culto a ambos dioses acuáticos (Tláloc y Chalchiuhtlicue) era sumamente importante en la cosmovisión de los pueblos nahuas porque de él dependía la suerte de todas las actividades agrícolas. Actualmente, siguen existiendo rituales relacionados con estas figuras en muchos pueblos indígenas, pues de este líquido depende que la vida siga floreciendo. O

REFERENCIAS 

Martínez Ruiz, J. L., y Murillo Licea, D. (eds.). (2016). Agua en la cosmovisión de los pueblos indígenas de México. Comisión Nacional del Agua.

Del Paso y Troncoso, F. (Comentarios). (1981). Códice borbónico. Siglo xxi Editores.

Duran, D. (2002). Historia de las Indias de la Nueva España e islas de tierra firme. Conaculta.

Sahagún, B. (1986). Historia general de las cosas de la Nueva España. Porrúa.

Seler, E. (Comentarios). (1963). Códice Borgia. Fondo de Cultura Económica.