SOMOS LO QUE BEBEMOS, EL BIENESTAR DE LA SOCIEDAD MEXICANA EN JUEGO

MICHELLE MORELOS
Reportera, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

Las tienen en su mesa, en una fiesta o ceremonia. Las bebidas azucaradas, en los últimos años, ocupan un lugar protagónico en la vida de las y los mexicanos. Algunas de sus consecuencias destacan que se eleve el riesgo de contraer enfermedades como diabetes tipo 2, sobrepeso y obesidad.

Chiapas, por ejemplo, es la región del mundo donde más se consume Coca-Cola, se calcula que cada habitante de Chiapas bebe 821.25 litros de refresco por año, mientras que 160 litros es el consumo per cápita en todo el país, reporta un estudio del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (Cimsur). Lo anterior se relaciona con la alta prevalencia de diabetes mellitus en la región, que en la última década ha sido la principal causa de muerte.

Entre las razones por las cuales ha incrementado el consumo de bebidas azucaradas en la región sureste, se cuentan la laxa legislación hacia las empresas refresqueras, campañas de mercadotecnia en lenguas locales y la poca accesibilidad de agua potable de calidad y en cantidad suficiente para los habitantes. Esta información proviene de la investigación realizada por Jaime Page Pliego, doctor en Antropología por el Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (Cimsur), la cual revela que este aumento fue ocasionado, también, por una modificación de la vida social y religiosa de sus habitantes.

¿QUÉ ESTAMOS BEBIENDO Y POR QUÉ? 

Un adulto que consume cuatro botellas de 600 mililitros de refresco de cola, está ingiriendo una cantidad que equivale a 50 cucharadas cafeteras de azúcar de cinco gramos cada una, es decir, bebe más de 500 por ciento de la ingesta diaria de azúcares recomendada, de acuerdo con estimaciones de El Poder del Consumidor, Organización de la Sociedad Civil (OSC). Este cálculo fue realizado en 2013 por la nutrióloga Xaviera Cabada, coordinadora de Salud Alimentaria de dicha OSC.

La transformación de los hábitos alimenticios, registrada en este último siglo, es clave para entender esta problemática, la cual ha ocasionado la reducción de 4.2 años en la esperanza de vida de la población mexicana derivada del sobrepeso, según datos del estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)​ La pesada carga de la obesidad, la economía de la prevención, publicado en octubre de 2019.

En el caso de los pueblos originarios de San Juan Chamula, los líderes religiosos tradicionales comenzaron a sustituir el aguardiente de caña (pox) por refrescos, al argumentar que el consumo excesivo de alcohol provocó graves problemas a la comunidad. Además, los mismos líderes o caciques de la región empezaron a establecer concesiones con las compañías Coca-Cola o PepsiCo que estaban incursionando en los mercados indígenas durante la década de 1980, como lo explica la investigadora June Nash en el artículo publicado en Cultural Anthropology, en 2008.

CUANDO APAGAS EL INCENDIO CON GASOLINA 

“La primera vez que sintió sed en exceso, como síntoma inicial de la enfermedad (diabetes), ingirió cuatro cocas”, comentó Kay, originario de San Juan Chamula, respecto a su hermana, que al igual que él y sus dos hermanos fueron diagnosticados con el mismo padecimiento. Esta conversación forma parte de los datos de campo recabados en el estudio de Page Pliego, recopilados en la Revista Medicina Social, en 2019.

El mal sabor de boca que ha dejado este escenario para los pueblos de la región sur del país se refleja en los problemas de salud que les ocasiona. Ahora se presentan casos en los que las personas cuentan con una situación de “doble carga de malnutrición”, definida por la Organización Mundial de la Salud como el aumento de la obesidad sin haber controlado por completo las enfermedades crónicas, ni la desnutrición.

Esta clase de bebidas azucaradas empieza a provocar efectos adversos a la salud desde las dos primeras semanas de tomarlos diariamente en una cantidad de 355 ml en tres comidas, según reporta un estudio clínico encabezado por la Dra. Kimber Stanhope, de la Universidad de California Davis, publicado en American Journal of Clinical Nutrition, en 2015.

Otro golpe relacionado con la prevalencia del consumo de bebidas carbonatadas y azucaradas a las familias chiapanecas, es en sus bolsillos, ya que “destinan el mayor porcentaje de su ingreso en alimentos y bebidas no alcohólicas (38.4%), de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Gasto (Engasto) 2012”, declaró Alejandro Calvillo, director del Poder del Consumidor en el marco de la campaña “Proyecto Pozol: Más sanos comiendo como mexicanos”, de 2015.

UNA CRISIS QUE SE ALIMENTA DE VIDAS

“Yo ya no tengo esperanza de medicina, de doctor, de curandero. Ya estoy resignado. Ya probé todo lo que se pudo […] Eso es lo que piensa uno, ¿cómo va a hacer el que queda? Ahorita tiene mucho tiempo que no estoy ganando, no estoy trabajando, (la diabetes) acabó con todo”, explica Jeremías, hombre que desde hace 30 años padece diabetes y le han amputado ambas piernas a partir de la cintura. Esta declaración proviene del artículo “La Diabetes como Metáfora de Vulnerabilidad”. El caso de los ikojts de Oaxaca, y fue parte de un estudio socio cultural de la diabetes, enfermedad que ocasiona 12% de todas las defunciones en México.

La problemática de salud por esta clase de padecimientos se agudiza en la población indígena, la cual, además de enfrentar barreras socio económicas, también lo hace por su etnicidad. Las campañas de salud en los últimos años son llevadas a cabo por “equipos itinerantes que no reciben capacitación intercultural estratégica para el respeto a la lengua, las creencias y los valores de los pueblos originarios”.

Mientras tanto, la industria se defiende diciendo que crea empleos y promueve actividades de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en países en desarrollo con el objetivo de buscar apoyo político y obtener respetabilidad social.

Organizaciones de la sociedad civil han detectado que las empresas hacen referencia a artículos científicos, pero tergiversan lo que dice el documento original, o encargan artículos de investigación que se publican en revistas que no exigen el proceso tradicional de revisión de pares, y que es, en parte, lo que puede garantizar su validez.

Directivos de grupo FEMSA argumentaron en entrevista con The New York Times, en 2018, que una de las razones del aumento de la diabetes tipo 2 es que los mexicanos tienen una proclividad genética a desarrollar esta enfermedad. Sin embargo, se ha documentado el impacto del cambio drástico de las comidas tradicionales en las poblaciones rurales, las cuales, por ejemplo, sustituyeron el agua y el pozol por refresco y cerveza.

Y AHORA, ¿QUÉ HACEMOS?

En una era de practicidad, en la que muchos de nuestros alimentos no tienen cáscaras sino provienen de una envoltura o envase, es de suma importancia ser conscientes respecto a qué tan saludable puede llegar a ser un producto al consumirlo.

La directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la Dra. María Elena Álvarez-Buylla Roces, enfatizó durante el 18º Congreso de Investigación en Salud Pública (llevado a cabo en marzo de 2019) que el consumo de alimentos de calidad es fundamental para garantizar la salud de la población.

En México, añadió, “la alimentación aún se basa de manera importante en el maíz, el cual consumimos en grandes cantidades y de manera casi directa”. También agregó que es imprescindible revalorar y recuperar la dieta tradicional mesoamericana, que combinaba el maíz con frijoles y otros alimentos sanos.

Un análisis de la Facultad de Ciencias de la Nutrición y Alimentos de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, por ejemplo, concluye que el pozol, bebida tradicional, contiene una gran cantidad de microrganismos benéficos, cuenta con un alto porcentaje de proteína, grasa vegetal y carbohidratos, considerándose un producto de alta calidad nutricional, en comparación con otras bebidas industrializadas.

Asegurar el derecho humano al agua es vital para contrarrestar el alto consumo de bebidas azucaradas.  Además, se requieren políticas integrales, para poder así atacar la obesidad y regular a la industria alimentaria y, por ende, mejorar nuestro entorno, para que sea favorable para toda la población mexicana.