Los sistemas alimentarios de nuestro país enfrentan diversos desafíos, como la falta de seguridad y soberanía alimentaria, la marginación de los esquemas de desarrollo y alta vulnerabilidad ante el cambio climático, además de la pérdida de diversidad biocultural. Los pequeños productores y las comunidades locales contribuyen con una fracción importante de la producción de alimentos y son los guardianes de territorios en donde se mantiene la biodiversidad cultural.

La construcción de sistemas alimentarios más sustentables, justos y resilientes requiere de un acercamiento situado, que atienda la diversidad de contextos y necesidades de las comunidades productoras de alimentos del centro y sureste del país. Son necesarios procesos de colaboración transdisciplinaria, para intercambiar y entretejer conocimiento de diversos tipos de actores. Se requieren herramientas que permitan deconstruir las barreras disciplinarias, que democraticen los conocimientos, cuestionen narrativas dominantes y hagan visibles y significativas distintas voces. Utilizamos herramientas artísticas participativas para diseñar arenas de intercambio y experimentación, las cuales incluyen la cocina, la parcela, el territorio, el archivo biocultural vivo, los espacios de intercambio de alimentos y las narrativas comunitarias. En las arenas, se plantean formas para  modificar en colectivo los materiales (como los tipos de semillas), las prácticas (como las agroecológicas), las normas (como la cooperación) y las visiones (como las relaciones con el territorio) que incidan en los sistemas alimentarios de una forma positiva. En este proceso se fortalecen las capacidades de los  participantes y las de los colectivos para convertirse en agentes de cambio desde el aprendizaje y la acción colectiva.