ENTREVISTA A MANUEL PEIMBERT SIERRA

GUSTAVO GARIBAY
Catedrático e investigador del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP).

Manuel Peimbert Sierra (Ciudad de México, 1941), astrónomo mexicano, es un hombre que encuentra en la labor astronómica la forma de expresar su pasión por el conocimiento. En este sentido, explora también su gusto por la literatura y la historia y su compromiso con la sociedad y la vida democrática. Podríamos escribir largo y tendido respecto a su vida, intereses y vastos logros, entre los que destacan su nombramiento como Investigador Emérito y Doctor Honoris Causa por la UNAM, pero preferimos que usted, lector, lo conozca de primera fuente.

Nos gustaría que dijera, ¿quién es Manuel Peimbert?

Nací en la Ciudad de México. Mi padre, Gonzalo Peimbert Alcocer, fue doctor; mi madre, Catalina Sierra Casasús, historiadora. Ella trabajó mucho con Daniel Cosío Villegas, Agustín Yáñez y con otras personas. Tenía una serie de amigos que estaban metidos en la cultura mexicana, como Ricardo Garibay y Augusto Monterroso.

¿Qué imagen tiene de su madre?

La de una persona muy interesada en nuestro pasado. Escribió un libro sobre la situación en México en el siglo XIX. Ella siempre estuvo muy preocupada por mi educación y, afortunadamente, decidió que estudiara en escuelas públicas. Cuando terminé segundo de secundaria tuve la inquietud por trabajar; entonces mi madre habló con el director del Instituto de Investigaciones Estéticas para ver si podía hacer algo ahí. El director de Estéticas era Don Manuel Toussaint, y lo fui a ver. El trabajo sólo era por mes y medio y me dijo: “Aquí tengo un montón de fotografías de iglesias barrocas a las que no les hemos puesto nombre; pregúnteselos a los investigadores y se los pones. Ésa va a ser su chamba. Son tres mil fotografías”. Cada sábado, Don Manuel me pagaba de su bolsa. Me encantaba leer libros de piratas, de Salgari y demás. En ese entonces, los libros costaban $1.50. Con lo que ganaba, me alcanzaba para comprar unos 8 o 10 libros y me sobraba. Con eso yo estaba feliz.

Luego estudié la prepa. Al terminar, no tenía una vocación; me gustaba todo: las humanidades, las ciencias; me decían que era muy difícil la Facultad de Ciencias y la Física. Entonces pensé “pues me meto a la Facultad de Ciencias”, que tenía poco de haberse inaugurado.

¿Podría platicarnos cómo llegó a su primer descubrimiento?

Un día, junto a mi amigo Gerardo Bátiz, me fui al observatorio de Tonantzintla, Puebla, para ver qué hacen los astrónomos. Llegamos en cinco aventones. Tocamos y nos abrió un jardinero que dijo: “¿Qué quieren?”. “Pues venimos a ver a los astrónomos”. Se rió de nosotros: “Los astrónomos están dormidos, estuvieron trabajando toda la noche. Espérense”. Eso hicimos y, como a las 3 de la tarde, aparece Guillermo Haro, quien era el director, con una cara de no haber dormido y preguntó: “¿Qué quieren?”. Sólo se nos ocurrió decir: “Venimos a ayudar”. Con una carcajada nos contestó: “¡Ah, sí!, vinieron a ayudar. Vénganse aquí a trabajar”. Nos llevó a un cuarto donde había varios microscopios. “Van a observar estas placas con los microscopios. Vean los espectros que contienen; aquellas que, en lugar de tener líneas de absorción, tienen líneas de emisión, son nebulosas”. Observamos cada placa; nos llevó varias horas analizar cada una. Estuvimos trabajando varios meses; cuando terminamos fuimos con el Doctor a mostrarle lo que encontramos: “Oiga, ya encontramos como cien nebulosas”, y él respondió: “No han encontrado nada; han detectado y han visto, pero el chiste está en que no las haya visto alguien antes. Así es que vayan a los catálogos a ver si ya se conocen”. Llegamos un mes después: “Ya revisamos todo. Noventa estaban en los catálogos y diez, no”. “Bueno, escriban una nota”. Nosotros no teníamos la menor idea de qué era escribir una nota, pero la escribimos. Salió publicada en los boletines de los observatorios de Tonantzintla y Tacubaya. Luego, llegó un astrónomo checo, Derek, que se encontraba realizando un catálogo de estas nebulosas, el cual contenía alrededor de setecientas. A las diez que identificamos les puso nuestro nombre, Peimbert-Bátiz. Un año después, junto a Rafael Costero, descubrí otras 14 planetarias. 

En 1962 me casé con Silvia Torres; ambos nos fuimos a Berkeley a realizar el doctorado y ahí estuvimos cuatro años. En mayo o junio del 68 regresé a México y me incorporé al Instituto de Astronomía… entonces, poco después, comenzó el movimiento del 68. En la Facultad de Ciencias existió un Colegio de profesores, fundado en el 66, que presionó para convocar a una reunión. Como a mí no me conocían tanto como a los demás, gané una elección como delegado en la coalición de profesores de enseñanza media y superior por las libertades democráticas, por lo que me tocó representar a la Facultad de Ciencias desde los principios de agosto hasta el dos de octubre.

¿En ese momento cobró conciencia política?

Todo tiene antecedentes. Yo estudié en escuelas públicas y en la Facultad de Ciencias, en 1960, cuando inició una serie de movimientos populares en los que andaba Rubén Jaramillo. Se hacían marchas en las que participé; por ejemplo, fui a las manifestaciones de los ferrocarrileros y a los actos a favor de la Revolución cubana. Algunas veces nos correteaban, otras no. Ese es uno de mis antecedentes. El otro fue lo que vivimos mi esposa y yo en Berkeley, donde había una efervescencia política muy fuerte.

¿Esas experiencias fueron un encuentro con la democracia?

Yo creo que sí. Es creer en la libertad de expresión, en la libertad de las ideas. Creer que todas las voces deben ser escuchadas, que cada voz tiene un peso importante en las discusiones sociales. Creo que hay que luchar por otro país; el legado está en que la distribución de la riqueza en México es muy desigual. 

¿Todo científico tendría que asumir un compromiso social más allá de su quehacer?

Yo creo que sí. Como científicos tenemos la obligación de participar políticamente. El entorno en el que vivimos es resultado de la acción colectiva, entonces, requiere que todos se preocupen porque el conjunto mejore.

¿Cómo ve la participación de las mujeres en la ciencia?

Pues va mejorando y qué bueno. Hace apenas unos 10 años había una sola mujer en el Colegio Nacional, ahorita ya son como siete. Ahí vamos, va subiendo el número. Debe ser paritario, debemos llegar a 20 hombres y 20 mujeres. Las mujeres son igual de inteligentes que los hombres. Debemos cambiar esta idea de que la ciencia es para algunos pocos.

¿A qué obstáculos se enfrenta la astronomía en México?

Lo que invierten los países tercermundistas en ciencia y tecnología es mucho menor que lo que invierten los países desarrollados.

En México todavía se percibe que gastar en ciencia es perder dinero, mientras que en los países desarrollados invertir en ciencia es tener un mejor futuro y lograr mejores desarrollos, que luego se verán reflejados en el ámbito económico. Los países que no hacen investigación no tienen tanta capacidad para resolver sus problemas.

¿Qué opinión tiene de la política, la ciencia y el poder?

La política debe ser un instrumento para buscar que todos tengan la posibilidad de llegar hasta donde les permita su inteligencia y pasión. La política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos, la política debe estar en manos de todos.

Decía un amigo mío: “El poder chiquito corrompe poquito y el poder fuerte corrompe enormemente”. Creo que sería el punto de vista de un anarquista. El poder tiene sentido si se utiliza en favor de las clases más desprotegidas. Un poder para apoyar a los que más tienen y fregarse a los que menos tienen es un poder contra el que uno debería luchar.

Recientemente se modificó el artículo 3º Constitucional, y éste habla del derecho a la ciencia. ¿Qué opinión tiene al respecto?

Los científicos tienen la obligación de divulgar la ciencia, porque la ciencia es un bien, es un patrimonio de la humanidad. Hay que buscar la manera de que la ciencia le sirva a todos y no sólo a unos cuantos.

¿Qué opinión tiene sobre la transición política que estamos viviendo en el país?

Pues es un momento muy complicado. Si ponemos en el centro a los que menos tienen, que son la mayoría, creo que está bien. Este país puede salir adelante con la participación de todos, no con la de unos cuantos. En ese sentido, le veo muchas posibilidades potenciales a este nuevo gobierno y creo que debemos empujar.

Este año el SNI ya cumple 35 años y el próximo se cumplirán 50 años del Conacyt. ¿Qué opinión tiene del sistema y de la institución?

Hay que ir analizando los sexenios, sobre todo, con qué inteligencia se han aplicado los recursos. Creo que el punto de referencia es este asunto del Producto Interno Bruto; debemos buscar la manera de aumentarlo. Ahí es donde entra la política, ¿no?

Uno de los problemas que enfrenta a menudo la ciencia es su divulgación. ¿Cómo cree que podríamos crear los mecanismos para hacer que la gente se apropie de la ciencia?

Bueno, aquí la astronomía juega un papel importante: las imágenes astronómicas son hermosas. Entonces, en un buen planetario, se podría realizar una plática, mostrar imágenes del universo; la gente responde a la belleza de todos los objetos, la cual está relacionada con los colores, las combinaciones, con toda una visión de la naturaleza. Como ves, la astronomía tiene aspectos que la conectan con la pintura. La considero parte de la cultura.

¿Y con la música?

¡La música! Es muy importante porque te lleva a asociarte con otras personas, como en una fiesta donde de repente dicen “¡vamos a cantar!”, todo el mundo participa de la canción o alguien saca una guitarra, luego surge una segunda guitarra y empieza uno a recordar esas canciones y a la familia, los parientes, la historia, al mismo país. La música también es una maravilla, una parte fundamental de la cultura y también de la ciencia.

A los 33 años, usted hizo una de sus aportaciones más sustantivas a la ciencia astronómica con el trabajo sobre la química del universo, acerca de la abundancia del helio primordial. ¿Cómo evolucionan las galaxias, las estrellas? Háblenos del contenido bariónico del universo.

Son temas que llevaría mucho tiempo explicar, pero trataré de decir un poco. En los años 40, 50 y 60, los astrónomos estaban divididos en los que creían que el universo no tenía nada de helio al principio, y en los que decían que sí. La determinación primordial de la abundancia de helio demuestra que hubo una gran explosión y que, hace 13 800 millones de años, toda la materia que vemos estaba reducida a un volumen muy pequeño. Esto explotó y produjo grandes temperaturas. Si se hace un modelo de esta explosión, resulta que se originó una cierta cantidad de helio que nosotros podemos medir; ahora, si nos vamos a aquellas galaxias que no han producido casi ninguna estrella, entonces, éstas se forman con material primordial, resultado de la gran explosión. Ahí hemos encontrado, al extrapolar a cero la producción de estrellas, que el universo se formó con un 24.5% de helio, y que, del resto de materia bariónica, 75.5% sería hidrógeno. Con eso empezó el Universo. Aquí en México sacamos los primeros resultados sobre el tema y seguimos siendo punta en la determinación precisa de la abundancia de helio.

¿Entonces, de qué estamos formados?

Somos más materia desconocida que polvo de estrellas. Las estrellas están produciendo los elementos de la tabla periódica y nosotros somos como 5% del universo. El otro 95% no tiene que ver directamente con nosotros.

En su poema “Hermandad”, Octavio Paz dice: “Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea”. Me gustaría que nos hablara sobre la mirada (pienso en Tamayo y su pintura del cielo).

Bueno, los objetos celestes son preciosos, si ves las galaxias a través de un telescopio grande, las nebulosas planetarias  lucen como diamantes.