NOHORA CONSTANZA NIÑO VEGA
Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora en El Colegio de Sonora. Responsable técnica del proyecto «Dinámicas de producción y reproducción de la violencia: las experiencias de vida de niños, niñas y adolescentes en Sonora», modalidad individual.
Actualmente, en México acontecen distintas violencias que han dejado de ser excepcionales y se presentan de manera cotidiana. A diario se anuncian, en las noticias nacionales y locales, feminicidios, homicidios y desapariciones forzadas, así como episodios de violencia física y psicológica contra mujeres, niñas y niños, o violencia institucional contra las ciudadanas y los ciudadanos.
En Sonora, la población menor de 19 años asesinada durante el 2019, de acuerdo con las estadísticas del INEGI, asciende a 82 adolescentes, niñas y niños. El mayor número de víctimas (68) tenía entre 15 y 19 años. Adicionalmente, los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública mencionan que, durante el 2020, en las ciudades de Hermosillo y Nogales, se presentaron 7 feminicidios, 160 homicidios, 240 casos de abuso sexual, 194 amenazas, 27 casos de corrupción de menores, 1 429 casos de narcomenudeo y 649 casos de incumplimiento de obligaciones de asistencia familiar. Asimismo, de acuerdo con los datos de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal de Sonora, de enero a junio del 2020 se registró un promedio de 1 809 llamadas al 911 por violencia intrafamiliar en la ciudad de Hermosillo y 551 en Nogales.
Sabemos que uno de los problemas con estas cifras radica en que sólo pueden contabilizarse los casos cuando hay una denuncia interpuesta, por lo que la cifra real permanece oculta. Sin embargo, resulta evidente que los números son mayores. Esta cifra oculta puede develarnos, por un lado, el grado de temor respecto a los actores criminales y el control que ejercen y, por otro, la violencia institucional, que se traduce en impunidad, procesos ineficaces y revictimizantes, así como en la desconfianza frente a las autoridades. Todos estos elementos pueden desincentivar la denuncia y aparentar una disminución de la gravedad del problema en términos cuantitativos.
En medio de estas distintas formas de violencia, la del narcotráfico es la más preponderante y visible. Si bien su importancia no puede soslayarse, también es cierto que la narrativa oficial se ha servido de ella para invisibilizar otras violencias que experimenta la sociedad mexicana: desde la violencia estructural que se profundiza en los espacios domésticos, escolares y comunitarios, hasta la violencia criminal (así como sus distintas interacciones). Consideramos que esta forma de abordar la coyuntura actual no aporta suficientes elementos para la comprensión y el análisis de la complejidad de la problemática, lo que, en consecuencia, tampoco permite generar propuestas de atención y prevención efectivas. Por tal razón, se plantea la necesidad de profundizar en este contexto mediante procesos de investigación cualitativa que, a partir del concepto de violencia crónica, puedan visibilizar el resto de las violencias que se viven y analizar de qué manera se interrelacionan entre ellas, al producirse y reproducirse en el territorio.
Por otro lado, la mayoría de los análisis de violencia tienden a concentrarse en la experiencia de personas adultas. Desde luego, este énfasis hace que la experiencia de adolescentes, niñas y niños quede silenciada y, en el caso de estos últimos, aparezca como protagonista sólo en el marco de discursos de criminalización. Por esta razón, el presente proyecto de ciencia de frontera tiene como objetivo comprender las interrelaciones entre distintos tipos de violencia y las formas en que afectan las experiencias de adolescentes, niñas y niños que viven en Hermosillo y Nogales. ¿Cómo experimentan estos entornos violentos? ¿De qué manera se sienten afectados por ellos? ¿Qué tipo de estrategias se diseñan para hacerles frente? Estas preguntas son fundamentales para profundizar en la comprensión del problema.
Para lograr el objetivo mencionado, hemos desarrollado una propuesta de investigación-acción que empleará una metodología cualitativa y hará uso de las herramientas que proporciona la educación popular para, con ello, propiciar el diálogo con niñas, niños y adolescentes en ambas ciudades. El trabajo se desarrollará a través de actividades lúdicas y artísticas que puedan ayudarles a construir sus narrativas y que, simultáneamente, permitan a las y los investigadores comprender de manera más profunda cuáles son las formas en que unas y otras violencias se concatenan.
Esperamos que este trabajo, además de incentivar a los jóvenes a construir conocimiento desde sus propias voces, contribuya a incidir en el diseño de políticas públicas orientadas a la atención y prevención de la violencia. Por ello, uno de los resultados de este proyecto se centra en el diseño de agendas políticas elaboradas desde la perspectiva de adolescentes, niñas y niños en ambas ciudades. Éstas contendrán tanto el diagnóstico de su realidad como las propuestas que ellos y ellas consideran necesarias para superar el estado actual de su comunidad. Esperamos que estas agendas propicien el diálogo entre adolescentes, niñas, niños y las instituciones, al igual que con la academia, la sociedad civil y las comunidades donde viven. De esta forma, podrán orientarse oportunamente los esfuerzos para abordar y atender estas violencias.