LA CONTAMINACIÓN DEL AGUA SUBTERRÁNEA

ERIC MORALES CASIQUE
Doctor en Hidrología. Investigador del Instituto de Geología, Universidad Nacional Autónoma de México.

El agua subterránea circula a través de los poros del suelo, de sedimentos y de grietas y fracturas en rocas del subsuelo. A medida que fluye, transporta sustancias disueltas, lo que tiene implicaciones positivas para los procesos geológicos de larga duración relacionados con la precipitación y disolución de minerales a lo largo de miles y millones de años, al tiempo que le permite transportar nutrientes y energía entre diferentes porciones de una cuenca hidrológica. Sin embargo, esto también tiene consecuencias negativas, derivadas principalmente de la actividad humana, pues el agua se contamina fácilmente y arrastra elementos nocivos al subsuelo. Fugas y derrames de sustancias, utilizadas o producidas por el ser humano (gasolinas, fertilizantes, aguas negras, desechos industriales, entre otras), se infiltran y llegan al agua subterránea, la contaminan y ocasionan que no sea apta para uso humano.

Una vez en el subsuelo, estas sustancias son transportadas hacia zonas de descarga natural (ríos, humedales, manantiales y el mar), así como a pozos de los cuales se extrae el agua para consumo humano, riego y usos industriales.

Detectar la contaminación del agua subterránea es un gran reto porque la única forma de hacer un diagnóstico preciso es perforar pozos para colectar muestras de agua. Por eso, en la mayor parte de los casos, los problemas no se detectan sino hasta que el agua subterránea ha transportado los contaminantes a un manantial, un río o un pozo que abastece de agua a alguna población. Incluso en estos casos, es frecuente que los contaminantes pasen desapercibidos y la población se vea afectada.

A esto se agrega que limpiar el agua contaminada dentro del subsuelo es un proceso extremadamente complejo que, cuando es posible, requiere de inversiones fuertes y puede tomar desde años hasta décadas. Adicionalmente, antes de realizar la limpieza, es necesario encontrar la fuente de contaminación, investigar qué porciones del subsuelo se encuentran afectadas y analizar los procesos que influyen en el transporte del contaminante (tales como sorción, degradación e intercambio iónico). La complejidad natural del medio geológico es un factor adicional que complica el estudio del flujo de contaminantes, pues estos son transportados a velocidades variables y se mueven más rápido en zonas permeables. Sin embargo, describir con certeza la variabilidad espacial natural de las formaciones geológicas no es factible, puesto que requeriría de recursos económicos ilimitados. En consecuencia, los especialistas están obligados a elaborar descripciones aproximadas del sistema hidrogeológico con base en un número muy limitado de datos de campo y sus modelos deben evaluar la incertidumbre derivada de la descripción incompleta del sistema.

Debido a que la limpieza del agua subterránea es un proceso extremadamente difícil y costoso, en ocasiones se opta por confiar en los procesos y transformaciones naturales que ocurren en el subsuelo y que degradan algunos contaminantes (por ejemplo, los hidrocarburos). Esta estrategia se conoce como atenuación natural y, aunque puede ser útil cuando está acompañada de un monitoreo y seguimiento riguroso de la degradación del contaminante, no soluciona todos los problemas. 

Por todas las razones antes señaladas, la estrategia de prevención es la más adecuada para lidiar con el problema de la contaminación del agua subterránea. Es necesario que se impongan límites a las actividades humanas que puedan resultar nocivas dentro de áreas de captación de las fuentes de abastecimiento. A su vez, deben instalarse sistemas de monitoreo del agua subterránea en la periferia de fuentes potenciales de contaminación como rellenos sanitarios, sitios de disposición de desechos, presas de jales o gasolineras, por mencionar algunas. La colaboración de toda la población es necesaria para reducir los riesgos de la contaminación del agua subterránea.