En este breve texto se indaga grosso modo algunas particularidades sobre la influencia filosófica, artística y teórica que utilizó Diego Rivera para realizar su repertorio iconográfico en el cual mezcla salud y arte de manera magistral.
Más allá de considerar el gusto estético o crítico de cada observador, es importante recalcar que estos murales de Rivera han sido catalogados por diversos teóricos como obras maestras y prodigiosas en su ejecución técnica y estética. Los murales del ex Departamento de Salubridad e Higiene fueron su primer encargo monumental de Diego Rivera sobre salud y medicina. De esta manera inició el camino donde unió la ciencia médica y el arte. Posteriormente, realizó los murales del Instituto Nacional de Cardiología (1943-1944), El Cárcamo (1951) y el Hospital de la Raza (1953).
El artista le otorgó una importancia mayor a la estancia, al juntar la arquitectura y la pintura a través de composiciones matemáticas. Esa resolución plástica que usó a lo largo de toda su obra mural correspondió a los estudios autodidactas que realizó previamente en su viaje a Italia, entre los años 1919 y 1921, donde visitó obras bizantinas y pre-renacentistas, en las que destacó la iglesia de San Vital en Rávena.
En su conjunto iconográfico se refleja el bagaje teórico de Rivera en temas filosóficos, médicos y artísticos que acompañan la historia de la medicina desde la Antigüedad. En ellos, destaca el caduceo médico: un báculo acompañado con una serpiente que fue el símbolo de Asclepio, conocido en el panteón romano como Esculapio, dios de la salud. Asimismo, la estrella de cinco picos o pentáculo que a lo largo de la historia del arte ha evocado una conexión entre lo divino y lo terrenal a partir de cinco elementos: aire, fuego, agua, tierra y espíritu (éter); este último es el que coordina a través de cualquier entidad divina a los demás elementos para curar o aliviar el cuerpo. Emblema que en ocasiones acompañó a las representaciones de la diosa romana Salus, denominada Higía, Higiea o Hygeia (higiene) en la Grecia antigua; hija de Asclepio, asociada con “la prevención de la enfermedad y la continuación de la buena salud”.
En su obra, Rivera enaltece la salud como ente primordial del bienestar de los individuos, la dota de virtudes como la fortaleza, la pureza y la continencia. Dichas virtudes están ceñidas o acompañadas por la ciencia médica para alcanzar la plenitud de la vida misma a través del cuidado del cuerpo, la introspección y la regeneración a la usanza de las espigas de trigo, con posibilidad de florecer a partir de la metáfora de la germinación. Obra, sin lugar a duda que deja testimonio para la historia del arte y la historia de la salud pública en el país.