La explotación del medio ambiente ha llegado a extremos insostenibles. Cada año se pierden cerca de 4.6 millones de hectáreas de bosques y, tan sólo en el último siglo, la mitad de los humedales y arrecifes de coral del planeta fueron destruidos (ONU, 2021). El deterioro de los ecosistemas genera una reacción en cadena catastrófica: sin suelos sanos, turberas y grandes extensiones de bosques, los gases de efecto invernadero se almacenan en la atmósfera y producen condiciones ambientales hostiles en las que la biodiversidad disminuye y los patógenos se propagan. Esto no sólo trae consigo consecuencias devastadoras para el desarrollo de las sociedades humanas, sino que representa una amenaza para el desarrollo de la vida en su totalidad. Por ello, revertir el daño causado a los ecosistemas es una labor urgente.