LANDY CAROLINA OROZCO URIBE
Doctorante del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, Campus Morelia, Universidad Nacional Autónoma de México.
Los seres humanos, como todos los seres vivos de nuestro planeta, necesitamos agua para vivir. La circulación del agua, a través del ciclo hidrológico, mantiene muchos de los procesos naturales que llevan al establecimiento y desarrollo no sólo de los ecosistemas, sino también de las civilizaciones humanas y las actividades económicas que las sustentan. Así, dado que el mundo natural y el humano están siempre íntimamente ligados, hablamos de «socioecosistemas».
Conocer cómo y por dónde circula el agua es la base para lograr su manejo sustentable. Los problemas de agua que la humanidad enfrenta en la actualidad están asociados, en gran medida, al desconocimiento de que el 99 % del agua dulce líquida de nuestro planeta es subterránea (Poeter et al., 2020). Por ello, para generar estrategias de manejo sustentable de este recurso, es necesario destacar el papel del agua subterránea en el ciclo hidrológico y entender las formas en que ésta se relaciona con las actividades humanas en la superficie de la tierra.
Pero, entonces, ¿cómo llega el agua al subsuelo en primer lugar? Responder esta pregunta nos lleva a estudiar la dinámica que este elemento sigue para sortear todos los obstáculos existentes y llegar a los acuíferos. En esta larga carrera hacia el subsuelo, el agua debe pasar por techos de casas y edificios, sortear pavimentos, deslizarse por distintas capas de vegetación, atravesar las distintas capas del suelo, evitar ser absorbida por las raíces de las plantas y, en suma, recorrer un largo camino. Esto es lo que se conoce, en pocas palabras, como proceso de recarga.
Queda claro que el manejo de los ecosistemas en la superficie afectará de manera importante el proceso de infiltración. Actividades como la construcción de edificios y vías de comunicación, la eliminación de vegetación o el sobrepastoreo no sólo afectan el paisaje visible sino que disminuyen la porosidad de los suelos o incluso «impermeabilizan» la superficie, lo cual evita que el agua encuentre vías de circulación hacia el subsuelo. A su vez, la polución de suelos causada por el uso excesivo de agroquímicos o por los derrames de contaminantes también tendrá consecuencias importantes en la calidad del agua subterránea. Una vez que ésta finalmente ha alcanzado el punto donde todos los poros o fracturas de la roca están totalmente ocupados por agua (lo que puede implicar desde unos cuantos metros hasta cientos de ellos desde la superficie), entonces podemos decir que se ha alcanzado el acuífero o «medio saturado», recargándolo.
Sin embargo, el agua no se queda estática, sino que continúa su flujo por distintos caminos hasta encontrar una salida en forma de manantiales, ríos permanentes, lagos, manglares o cualquier otro humedal que presente agua todo el año (sobre todo en ecosistemas áridos o con una marcada estacionalidad) y, con ello, se reincorpora a la dinámica superficial del ciclo hidrológico. En este fluir, el agua subterránea también encuentra salidas artificiales a través de pozos que son excavados para emplearse en distintas actividades humanas, de las cuales la más demandante, es la agricultura. Esto no sólo afecta su flujo natural sino que, a falta de conocimiento suficiente y regulaciones pertinentes, comporta una larga serie de riesgos. Actualmente, el principal problema relacionado con la extracción de agua subterránea es que el volumen extraído suele ser superior al de recarga, lo cual tiene como consecuencia la desecación de los ecosistemas de salida (o de descarga) antes mencionados y, por lo tanto, la pérdida de especies animales y vegetales. Aún más, la mala gestión y la extracción excesiva de agua provoca que las actividades económicas asociadas a su existencia se vean afectadas y que el acceso al agua de las poblaciones humanas en dichas localidades se vea comprometido.
Vemos entonces que también de manera subterránea existen «corredores» que conectan socioecosistemas distintos a través de los sistemas gravitacionales de flujo de agua subterránea (Tóth, 1962). El movimiento del agua en dichos corredores se da en periodos de tiempo que pueden ser de unos cuantos meses, años, o incluso abarcar tiempos geológicos (miles de años). Las extensiones territoriales involucradas pueden ser relativamente pequeñas o muy amplias. Al ser el flujo del agua subterránea un proceso tan complejo, las decisiones de manejo y las acciones que se lleven a cabo en las zonas de recarga no se verán reflejadas en las zonas intermedias y de descarga de manera inmediata o en el corto plazo. De ahí la necesidad de estudiar cada uno de los procesos asociados a la recarga, al flujo y a la descarga del agua subterránea, y de difundir esta información para poder generar modelos de intervención en cada contexto territorial particular, tomando en consideración a los legítimos propietarios o poseedores de la tierra y sus necesidades a lo largo de todo el sistema de flujo.
REFERENCIAS
Poeter, E., Fan, Y., Cherry, J. A., Wood, W., y Mackay, D. (2020). Ground-water in Our Water Cycle. The Groundwater Project.
Tóth, J. (1962). A Theory of Groundwater Motion in Small Drainage Basins in Central Alberta, Canada. Journal of Geophysical Research, 67(11). https://doi.org/10.1029/JZ067i011p04375