MARÍA ELENA ÁLVAREZ-BUYLLA ROCES
Directora General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
Su partida me ha dejado en un estado de recogimiento, con un profundo duelo y sentimiento de orfandad. Es difícil pensarnos sin su presencia, sin la posibilidad de acudir a Usted. Tuve el gran privilegio de conocerlo personalmente, gracias a mi querido y admirado amigo, Alejandro de Ávila Blomberg. Desde entonces, nuestro activismo científico, que ha acompañado por varias décadas la defensa de las comunidades campesinas, de sus territorios y de sus semillas, de los cuales depende nuestro sustento, tomó un sentido y una profundidad inéditas; su arte y su genio ayudó a alumbrar y a tejer muchas más voluntades.
ESCRIBIRLE ESTAS LETRAS ES UNA NECESIDAD Y TAMBIÉN UNA OBLIGACIÓN.
Hace apenas pocas semanas, en una mañana soleada en Tlalpan, hablamos de muchas ideas y de tantos proyectos inconclusos, de la lucha que sigue y de planes por cumplir. Su lucidez, vitalidad y entusiasmo me llenaron de esperanza y nutrieron mi convicción por seguir luchando por el bienestar del pueblo de México, que necesariamente pasa por cuidar o contribuir a restaurar el ambiente. Con entusiasmo, me comentó del libro de Steven Drucker, que recién había conseguido en una librería de la zona. Recuerdo que me preguntó sobre la solidez científica del mismo y le comenté que era una obra bien sustentada, con datos puntuales. Muestra que el gobierno de Estados Unidos, las empresas promotoras de los cultivos transgénicos y algunos colegas entusiastas de los mismos, han sub-representado voluntariamente, con dolo, la evidencia científica en torno a los riesgos que implica su liberación al ambiente y su consumo. Sintetiza evidencia científica acerca del riesgo derivado de la liberación de los transgénicos al campo mexicano y de su consumo. Estos desarrollos amenazan la agricultura, nuestros cultivos, la salud y el sustento de los mexicanos.
Coincidimos, entonces, en que la decisión del nuevo gobierno, de no permitir la liberación de cultivos transgénicos al campo mexicano, implica un compromiso con la soberanía alimentaria.
Seguro recuerda Usted que esta lucha tiene ya muchos años. A fines de la década de 1990, el Dr. Ignacio Chapela, científico mexicano radicado en los Estados Unidos, alertó sobre la contaminación de transgenes en maíces nativos de Oaxaca. Estudios científicos y ciudadanos corroboraron la verdad de su hallazgo y alertamos, en consecuencia, sobre los riesgos de esta contaminación. Desafortunadamente, el gobierno mexicano de aquellos tiempos no asumió su responsabilidad de garantizar la bioseguridad de los mexicanos, y los maíces nativos se siguieron contaminando. Inermes ante estos lamentables hechos, los funcionarios de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem) fueron omisos en la materia. A pesar de que la llamada Ley Monsanto (de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados) –que después de mucho esfuerzo de comunidades campesinas, de académicos comprometidos con la bioseguridad y de organizaciones civiles– instauró en el país un Régimen Especial de Protección de Especies para las cuales México es centro de origen y diversidad, para maíz, frijol, calabaza, chile, chayote, amaranto, algodón y decenas de especies vegetales más, se las arreglaron para abrir la puerta a los cultivos transgénicos en un país megadiverso y centro de origen y diversidad de más del 15% de las plantas alimenticias que hoy llegan a todo el mundo. Así, violando este régimen y, a pesar de que estudios científicos demostraron que todo el territorio se puede considerar centro de origen por los procesos existentes de movimiento de polen e intercambio de semillas a miles de kilómetros de distancia, la Secretaría de Agricultura y la propia Cibiogem de las tres administraciones federales pasadas, más que cuidar la agricultura campesina y su agrobiodiversidad, favorecieron los intereses de las grandes empresas e, incluso, manipularon instrumentos regulatorios en contradicción con dicho régimen para permitir la liberación de algodón en miles de hectáreas, incluyendo el maíz a escala menor y de otros cultivos transgénicos.
La lucha de defensa se multiplicó y cristalizó de muchas maneras, en la campaña nacional “Sin Maíz No Hay País”, en la “Red en Defensa del Maíz”, entre muchas otras iniciativas. La lucha por la defensa del maíz campesino y de la milpa no cesó, no ha cesado y no cesará. Al final del infecundo sexenio calderonista, como diría el extrañado Julio Scherer, se solicitó desde la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) la colaboración del Dr. David Schubert, destacado neurobiólogo estadounidense del Instituto Salk para Estudios Biológicos, quien logró detener, mediante argumentos científicos sólidos, el cultivo de la berenjena transgénica en la India, al alertar sobre sus peligros para la salud humana. El Dr. Schubert envió así a la UCCS una carta sintetizando los riesgos implicados para la salud y el ambiente por la liberación y consumo de transgénicos. Decidimos, entonces, publicarla y solicitar firmas a científicos y ciudadanos en general. Usted escribió una carta al Presidente, Enrique Peña Nieto y a todos los mexicanos, adjuntando los argumentos del Dr. Schubert. Gracias a ello se reunieron cerca de 100 000 firmas; se entregó esta carta y las firmas al entonces Presidente, y Usted personalmente se la dio en mano cuando visitó Oaxaca antes de que él terminara su gestión, pero nunca se dignó contestarle. Ahora tenemos el mandato presidencial de hacer efectiva la prohibición a la liberación de transgénicos. En esto, México ha cambiado y para bien.
Recordará, querido Maestro Toledo, que durante un encuentro en el maravilloso Jardín Etnobotánico (JEB) de Oaxaca, organizado por su director y otros miembros de la UCCS en su bello estado natal, Usted se acercó al Dr. Antonio Turrent para pedirle un resumen de los principales argumentos científicos que sustentaban nuestra lucha en defensa del maíz nativo y de la milpa frente a los transgénicos. De esa petición suya nacieron las “Píldoras sobre el Maíz Transgénico”. Le cuento que para este 29 de septiembre que se conmemora el Día Nacional del Maíz, se volverán a imprimir. En una nueva edición de los festejos de este importante día en el JEB se resumirán los logros de estos seis años desde la primera impresión, se actualizarán datos y se volverá a distribuir. Todo ello, gracias al apoyo del Patronato Pro Conservación y Rescate del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca (Pro-Oax) y del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y, también, gracias al esfuerzo de su querida familia y, desde luego, a los organizadores de este importante evento en el JEB. Gracias Maestro, la fuerza de su ejemplo y su legado siguen vivos entre nosotros.
Muchos eventos, a iniciativa suya y con su obra, han acompañado la lucha por el maíz campesino. Por ejemplo, las fotos que Usted intervino y que dieron forma a “Maíz de Nuestro Sustento”, expuestas, primero, en el mes de septiembre de 2014, en la Galería Juan Martín y, luego, mostradas al gran público en reproducciones de gran formato en el Metro Zapata de la Ciudad de México. En este último lugar, Usted quiso llegar a inaugurar la muestra y aprovechar la ocasión para repartir volantes a los presentes explicando la razón e importancia de la lucha por el maíz. Para nuestro asombro, fue tal el gentío que no lo dejaban moverse y repartir los volantes. Tuvo Usted que salir en un taxi. Miles de mexicanas y mexicanos en su ir y venir diarios apreciaron y reflexionaron frente a sus magníficas obras. Y cómo olvidar su iniciativa, que también acogió la UCCS con entusiasmo, para convocar a un concurso de artesanías hechas con totomoxtle de maíz, que tuvo lugar a fines del mes de junio de 2014. Todo un éxito y bellísimo encuentro que disfrutamos en su compañía con los artesanos participantes en el Paseo Juárez “El Llano”, en Oaxaca. En el año 2017, la segunda edición del Concurso Internacional de Cartel organizado por Usted desde el IAGO, y, en esa ocasión, con la coparticipación de la UCCS, se dedicó, a iniciativa suya, a la lucha en México en contra de los transgénicos.
Su lucidez, vitalidad y entusiasmo me llenaron de esperanza y nutrieron mi convicción por seguir luchando por el bienestar del pueblo de México, que necesariamente pasa por cuidar o contribuir a restaurar el ambiente.
Volviendo a ese día en Tlalpan en que compartimos un tiempo y una conversación que ahora atesoro como uno de los momentos más valiosos de mi vida, retomo otro proyecto que Usted me quiso compartir. ¿Se acuerda, Maestro? Me habló ese día del proyecto de las totoperas de Juchitán, cuyos hornos quedaron destruidos por los sismos de 2017. Usted me habló de la necesidad de contar con hornos más sustentables y amigables en su uso para las mujeres del Istmo de Tehuantepec. Me comentó Usted de su preocupación por las istmeñas y cómo sus vientres se calientan en sus hornos tradicionales y cómo inhalan humo que, seguro, les hace mal a sus pulmones. Además, al depender de la leña, implica un daño ambiental por deforestación y emisiones. Su hija Sara, quien ayudó a implementar el proyecto de puesta a punto de los nuevos hornos, en colaboración con Christian Thorton, nos describió ese día algunos de los retos. Entonces me acuerdo que usted nos comentó que funcionaba bien el nuevo horno, pero que había quedado al revés. “Imagínate que llego al Istmo con la totopera al revés; se van a reír de mí”, me decía, con esa mirada profunda tan suya, siempre aderezada con un dejo de ese sentido del humor, picardía y duda, a la vez. “Hay que corregir eso”, remató.
Descuide, querido Maestro, seguiremos con esta gran idea de lograr eco-tecnologías viables para las comunidades campesinas. Éstas deben mejorar su calidad de vida y ser más amigables para el ambiente, ahorradoras de energía y libres de emisiones tóxicas. Esto es aún un gran y urgente pendiente. Hay desarrollos de científicos mexicanos que van en ese sentido. Me refiero, por ejemplo, a las estufas ahorradoras que evitan que las mujeres se ahúmen —una importante causa de cáncer de pulmón en campesinas mexicanas—. Éstas han sido propuestas e implementadas en varias comunidades, por ejemplo, por el Dr. Omar Masera y colaboradores de la Unidad de Ecotecnologías de la UNAM en el Campus Morelia. También hay varios prototipos de secadores solares para frutas, tostadas, etc. Las totoperas cristalizarán y, además, serán una inspiración para un proyecto de investigación e incidencia en este tema y nos comprometemos con Usted a impulsarlo y hacerlo realidad.
Ese día y varios otros, hablamos de los proyectos pendientes que implican un mejor acompañamiento de las comunidades que día a día luchan por la defensa de sus territorios. Usted nunca se engañó, siempre vio la realidad en su justa dimensión y complejidad. Esto lo abrumaba. Aunque lo admirable es que nunca cejó en acompañar estas luchas. También veía con claridad las contradicciones de las instituciones nacionales que, aunque públicas, a veces se quedaban cortas en su deber frente al pueblo de México y sus luchas, a quienes se deben. En este contexto, estuvo dispuesto a acompañar nuestro esfuerzo por hacer un llamado crítico, desde una interacción virtuosa de la ciencia y el arte, para alertar sobre el creciente deterioro de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA) y del Jardín Botánico de la UNAM. En este esfuerzo, propusimos la muestra colectiva de arte “Milpa: Ritual Imprescindible”, para estimular la renovación del cuidado colectivo de la UNAM y de su riqueza biocultural, que pertenece al pueblo de México; como una inspiración de cómo cuidar el crecimiento de la gran urbe y los remanentes de vegetación natural que aún persisten, pese a todo.
Su disposición a ser parte de “Milpa: Ritual Imprescindible”, al hacer milpa en este esfuerzo colectivo, atrajo a varios magníficos artistas y nos permitió recuperar un bello recinto para la ciencia y el arte que ahora es el Foro Dahlia del Instituto de Biología de la UNAM. Cómo olvidar, querido Maestro, ese día que me sorprendió llegando a mi laboratorio del Instituto de Ecología. Me dio un vuelco el corazón cuando me avisó una estudiante: “¡Acaba de llegar el Maestro Francisco Toledo!” Me había advertido que sería difícil visitar la REPSA, pues recién había inaugurado, en el mes de octubre de 2015, la magnífica e impactante muestra “Duelo” en el Museo de Arte Moderno. Estaba Usted agotado; sin embargo, hizo el esfuerzo y llegó a recorrer la REPSA, para nuestra fortuna.
Conforme salíamos y, al preguntarle acerca de cómo se sentía y de cómo seguía de una molestia que, según me había comentado, tenía Usted en su oído, me dijo que estaba muy cansado, y además tenía molestias aún. “Quizás no me cuidé bien”, me comentó, “…y se me metieron pigmentos al oído, o algo, pero tengo un zumbido molesto”. “Es muy importante que los jóvenes artistas se cuiden”, me dijo. Siempre pensando en los demás. Me acuerdo que me sentí preocupada de que el paseo por la reserva fuera cansado para Usted. Pero empezamos a conocer y, conforme nos adentramos, primero en el bellísimo Jardín Botánico de la UNAM y, después, en la Reserva, Usted empezó a entusiasmarse. Su paso se aceleró, todo le llamaba la atención. Quería conocer el sitio, sentirlo, para decidir cómo contribuir con “Milpa: Ritual Imprescindible”. Caminamos entre las rocas de basalto; la lava petrificada y sus caprichosas formas, que dan cuenta del movimiento de la lava incandescente, lo maravillaron. Las lagartijas que nos salieron al paso también le llamaron mucho la atención. Se adentró en una pequeña bóveda de lava, la tocó, y empezó a imaginar animales petrificados por acá y por allá. La idea nos entusiasmó, pero las autoridades del Instituto de Biología se preocuparon de que fueran a ser robadas. También se imaginó hacer impresiones de barro en la lava. El gran escultor mexicano Javier del Cueto nos acompañó ese día y trajo consigo barro fresco que Usted usó para hacer pruebas ante nuestra mirada sorprendida y maravillada. Las molestias y el cansancio fueron vencidos por su entusiasmo inagotable. Ese día, mientras recorríamos la REPSA, nos encontramos con un estudioso de las aves que se sorprendió de hallarse allí con Usted y aprovechó para tomarle una foto y dijo conmovido: “Andaba buscando aves y ¡miren qué pájaro me encontré!”. Se soltaron carcajadas y con una sonrisa se dejó tomar una fotografía más. En el camino ya nos habían parado estudiantes, académicos y trabajadores de la UNAM, asombrados y contentos de verlo por ahí para pedirle tomar una fotografía.
–Descuide, querido Maestro, seguiremos con esta gran idea de lograr eco-tecnologías viables para las comunidades campesinas.–
Subimos ese día a un punto alto desde donde se apreciaba la belleza de esta reserva, única por su diversidad y endemismos, y por ser una de las mayores en el mundo en medio de una urbe. Le conté ahí de la lucha estudiantil y de las complejas circunstancias que hicieron posible que aún persistiera este bello espacio natural en medio de la Ciudad de México, una de las más grandes urbes del mundo. Entonces, Usted hizo un silencio prolongado mientras admiraba la vegetación y me dijo: “Aún hay esperanza”. A las pocas semanas, Trine, su esposa, me habló para decirme que me traería la pieza que Usted quería para la muestra. Llegó ella en su auto con una lagartera con lava incandescente hecha con barro y vidrio soplado en tonos anaranjados y rojizos. ¡Hermosa! Después de un paseo por varios espacios posibles de exposición, Trine opinó que su sitio ideal era un pequeño cuerpo de agua dentro del Invernadero Manuel Ruiz Oronoz. Ahí la instalamos. “Son lagartos y deben estar en el agua”, afirmó Trine. El entonces Director del Jardín Botánico no tuvo objeción. El día de la inauguración llegaron temprano unos niños de primaria y se quedaron maravillados con la escultura, pero no tardaron en intentar atinarle a los lagartos con monedas y piedras. Aunque Trine aseguró que era resistente y no le pasaría nada, las autoridades se preocuparon por su integridad y se colocó finalmente dentro del Foro Dahlia.
Seguiremos luchando porque los jóvenes artistas tengan espacios para desarrollarse, se puedan conectar con el quehacer creativo y científico y, desde ambos, dar como Usted su energía y vitalidad a este México que tanto necesita de ellos.
Querido, muy muy querido y admirado Maestro Toledo, lo voy a extrañar muchísimo, pero no tenga duda de que los proyectos que quedaron pendientes seguirán adelante. Muchas voluntades resuenan con sus inquietudes. Su gran arte y ejemplo siempre mantendrá viva la llama de la inspiración que Usted sembró en nuestros corazones.
Todos los que conocimos, trabajamos, compartimos luchas, lo quisimos y queremos tanto, Maestro Francisco Toledo, al compartir nuestras vivencias con Usted, podemos contribuir a darle vida a todo lo que Usted sembró. Así hacemos honor a su ímpetu generoso y deseos de bienestar para el pueblo de México.
Con el recuerdo de aquel día en el campo de béisbol de San Agustín Etla, en que no pudimos alcanzar su carrera y destreza para hacer volar los papalotes de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, para poder encontrarlos vivos en el cielo, me lo imagino a Usted volando por siempre, y en mi mente y corazón se reitera… “Aún hay esperanza”.
Aquí le damos las gracias, querido Maestro Toledo, por haber defendido con ternura y firmeza nuestro maíz. Nuestro México. Nuestro Sustento. Aquí tiene nuestro corazón que es su casa. Usted descanse, se lo tiene bien merecido, nosotros seguiremos cuidándolo.
¡Hasta siempre, Maestro Francisco Toledo!