La diversidad lingüística está íntimamente ligada a la cultural: la lengua sirve para mediar el pensamiento y la filosofía colectiva, y para transmitir el conocimiento tradicional sobre las prácticas culturales y el entorno natural de los pueblos originarios, evoluciona con su entorno, es decir, con los hablantes y sus prácticas culturales.
Tras procesos históricos de dominación social y cultural dentro de los estados naciones, la desaparición de las lenguas originarias en el mundo y en México representan la pérdida de “una expresión insustituible de la experiencia humana” (UNESCO 2003).
A pesar de que la Dirección General de Educación Indígena (DGEI) ha buscado impulsar, en la última década, una educación lingüística y culturalmente contextualizada a las comunidades indígenas en las que operan las escuelas, se considera que en la actualidad estas propuestas son implementadas desigualmente con problemáticas operativas y logros variados, además de que pueden tender a la esencialización y folclorización.